sábado, 17 de noviembre de 2012

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Las enfermedades mentales son la nueva epidemia dentro de la Sanidad Penitenciaria


Madrid (16/11/12) - Silvia C. Carpallo

Se celebra en Madrid el IX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria, en el que se abordan temas como un nuevo enfoque al tratamiento de la enfermedad mental, la importancia de programas de hábitos saludables para evitar el contagio de enfermedades en las penitenciarias y la necesidad urgente de que este ámbito de la Sanidad sea transferido del Ministerio del Interior a las CC.AA. para integrarlo dentro del SNS

En España hay alrededor de 1.000 profesionales sanitarios que se especializan cada día en la atención a los problemas de salud que surgen en las penitenciarías. Estos 370 médicos, 550 enfermeros, 400 auxiliares y 34 farmacéuticos, que no pertenecen al Ministerio de Sanidad, sino al Ministerio del Interior, atienden cada día a unos 70.000 presos. La Sanidad Penitenciaria tiene sus características propias, y es que según datos de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, un 40 por ciento de estos presos padece una enfermedad mental, un 24,4 por ciento está afectado por Hepatitis C, un 6,3 por ciento por VIH, y cerca del 80 por cierto reconoce haber consumido drogas en el mes anterior a su ingreso.

Uno de los logros de la Sanidad Penitenciaria española es la diminución de la tasa de sero-conversión hasta casi al cero por ciento gracias a programas sanitarios específicos. Así lo explicaba Fabio Sternberg, presidente del Comité Organizador del Congreso, "tenemos un índice de serologías del 90 por ciento, de los más altos de España, además de hacer un seguimiento del tratamiento, y del reparto de manera anónima de un kit para todos los internos de condones y lubricantes". Igualmente existen programas de reducción de daños como el intercambio de jeringuillas para evitar que los presos las compartan, así como "unidades terapéuticas libres de drogas".

Según el experto, la actual preocupación de estos sanitarios "son las enfermedades mentales, que son la nueva epidemia". A este respecto se han creado programas para la atención integral del enfermo mental, pero resultan insuficientes, ya que solamente existen dos penitenciarias psiquiátricas, y apenas se cuenta con personal especializado. Antonio López Burgos, presidente de la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria, explica que la pregunta que hay que hacerse es "por qué una persona inimputable tiene que estar en prisión, puesto que este no es el mejor lugar para hacer el tratamiento, pero lo tenemos que hacer". Así la propuesta pasa porque "las CC.AA. asuman estas actividades" y se creen centros especializados.


Un giro en la gestión
Otro de los grandes retos que planteaban estos dos expertos es conseguir que la Sanidad Penitenciaria se integre dentro de los distintos sistemas autonómicos de salud. "Falta voluntad política, pero debe de ser asumible, no es lógico que esta sanidad esté incrustada en un Ministerio donde la mayor aspiración es la seguridad", afirma López Burgos. Según el presidente están en una "situación de colapso" que ha sido agravada debido a la crisis. "Tenemos una tasa cero de renovación de personal, y con los recortes no podemos acceder a los tratamientos en igualdad de condiciones".

Un ejemplo de cómo este modelo si es posible, es el País Vasco, donde se ha propiciado la integración de la sanidad penitenciara en Osakidetza en tan sólo 10 meses, asumiendo a esos 43 profesionales y desplegando parte de la tecnología y material del sistema también en las prisiones. No es por tanto un gasto inasumible, y es que parece que aún sigue existiendo un tema social de fondo, puesto que Antonio López Burgos cree que "a nivel general persiste esa discriminación y ese alejamiento de la sociedad", y de hecho considera que tanto la sociedad en general, como los propios compañeros de profesión, tienen un gran desconocimiento de la labor que se realiza en estos centros. La idea, por tanto, es que hay mucho que ganar, y es que el personal sanitario de las cárceles españolas tiene una alta especialización en, por ejemplo, enfermedades infecciosas, cuyo conocimiento puede ayudar a la sociedad en general. Además, los presos, que en muchas ocasiones no han tenido contacto previo con el sistema sanitario, reciben formación en hábitos saludables, que a su salida de prisión, "contagian a su sociedad más cercana", según Fabio Sternberg.

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